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sábado, 2 de mayo de 2009

O ¡me amas!... o ¡me odias!...así de simple

Insula Putamen
[foto cortesía de : ABCNews.com]
¿Sabías tú que los sentimientos de amor o de odio están en el mismo espacio cerebral?

Eso es lo que han descubierto los investigadores de Neurociencia, ellos han ideado una experiencia en la cual se muestran imágenes de personas odiadas a un grupo de estudio , registrando las zonas cerebrales que se activan, las cuales han coincidido con las mismas zonas que se activan cuando amamos .

Esto es lo que han logrado establecer hasta el momento en el Laboratorio de Neurobiología de la Universidad de Londres , estos dos sentimientos opuestos están más cerca de lo que se pensaba : el odio, según concluyeron, activa las mismas regiones del cerebro que se estimulan también en situación de enamoramiento

Para el estudio se solicitó a voluntarios que miraran fotografías de gente conocida "neutral", y luego la de una persona que odiaban. Fue ahí que se determinó la activación de una serie de zonas cerebrales –llamadas circuitos– en una serie de áreas que también se activan con el amor de pasión.

Hay, sin embargo, una diferencia clave: mientras el amor inhibe gran parte del córtex donde se procesan las ideas racionales, en el odio no se observa esta inhibición de la razón.

Al contrario, hay regiones del córtex que están hiperactivadas, "posiblemente para calcular mejor las acciones destinadas a dañar a la persona que se odia", afirma Semir Zeki, neurobiólogo del Colegio Universitario de Londres y director de la investigación .

De acuerdo a Zeki, "el odio a menudo es considerado una pasión malvada que debe ser reprimida, controlada y erradicada. Pero para los neurobiólogos el odio es una pasión tan interesante como el amor".

Y completó: "Porque igual que el amor, el odio a menudo parece ser irracional y puede conducir al individuo a conductas heroicas o malvadas?. 'Cómo es posible que dos sentimientos tan opuestos conduzcan al mismo comportamiento?".
Ese interrogante fue justamente el que funcionó como disparador del estudio. Zeki y su equipo ya habían realizado otras investigaciones sobre los mecanismos cerebrales del amor maternal y el amor romántico.

Para analizar la base biológica del odio, el profesor Zeki y su colega John Paul Romaya reclutaron a 17 voluntarios (10 hombres y 7 mujeres) que odiaran a una persona en concreto: afirmaron odiar a una ex pareja, a algún compañero de trabajo y, en un solo caso, a un político. La única condición para reclutarlos fue que el odio que sintieran fuera realmente profundo.

Mientras se les mostraban fotos de personas "neutrales" y que les resultaban familiares, se les hicieron resonancias magnéticas del cerebro. Ocasionalmente, se les exhibían las instantáneas de las personas que odiaban.Cuando miraban la cara de la persona odiada, explicaron los autores de la investigación, se originó actividad en zonas cerebrales que pueden considerarse como el "circuito del odio".

Ese circuito "incluye estructuras en la corteza y la subcorteza cerebral y tiene componentes que también se activan cuando se genera una conducta agresiva", .

Lo que más sorprendió a los investigadores fue encontrar que el circuito del odio también genera actividad en dos estructuras de la subcorteza cerebral, el putamen y la ínsula.

¿Por qué se odia a alguien? ¿Qué pasa en el cerebro de estas personas?
El equipo de investigadores británicos ha descubierto que el odio es un sentimiento biológico complejo que, a través de la historia, ha llevado a los individuos a cometer tantos actos heroicos como viles.

Existen dos áreas neuronales que se activan al odiar.El putamen es un núcleo situado en el centro del cerebro, y la ínsula está en la superficie lateral de dicho órgano.

Varios trabajos han demostrado que entre las funciones en las que participa la ínsula se encuentra la de catalizar las expresiones de disgusto y los estímulos desagradables, mientras que el putamen es el encargado de planificar la respuesta activa, como puede ser agredir a la persona odiada o adoptar una actitud de defensa.

"El hecho de que las zonas del putamen y la ínsula también se activen por el amor romántico no es sorprendente, ya que ambas pasiones pueden conllevar actos irracionales y agresivos" es lo que explica Semir Zeki, coordinador de la investigación.

Los canales propios de el 'circuito del odio' transcurren por vías propias y distintas a la de otros sentimientos. Así, se adentra en la corteza frontal, encargada entre otras cosas de predecir y anticipar las acciones de los otros.
Además, los autores han descubierto que una diferencia fundamental entre el amor y el odio es que "con el primer sentimiento se desactivan partes de la corteza cerebral relacionadas con el juicio y el razonamiento mientras que esto no se produce en el caso del odio, que sólo es capaz de desactivar una pequeña zona localizada en la corteza frontal".

"Mientras el amante es siempre menos imparcial y no atiende al sentido común en lo que respecta a la persona amada, el individuo que odia no suele perder el juicio sino que es muy consciente de los pasos que da y las acciones que emprende contra el individuo odiado", señalan los investigadores.

Asimismo, el trabajo descubre que el odio tampoco comparte un patrón cerebral con otros sentimientos con los que podría tener algo que ver, como la ira, el enfado o el miedo. La amígdala, el cingulado anterior, el hipocampo, las regiones medio temporales y la corteza orbifrontal no tienen ninguna función para odiar pero sí son importantes para los otros sentimientos mencionados.

Otro de los hallazgos del equipo británico es que cuanto mayor es el odio que se siente hacia una persona, mayor es la actividad en las áreas cerebrales implicadas.
Para Zeki, además de ayudar a comprender mejor el funcionamiento del cerebro humano, el descubrimiento puede tener implicaciones en otros ámbitos, como por ejemplo en los juicios a criminales. Cada vez sabemos más del cerebro. Si es ético o biológicamente deseable interferir en estas emociones básicas humanas es otra cuestión que la sociedad debatirá a su debido tiempo, concluye.

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